1. No responder a las blasfemias
Cuando somos insultados, provocados o acusados injustamente debemos responder con el silencio. Si respondemos de la misma forma cuando somos víctimas de la blasfemia, nos igualamos con aquellos que nos insultan, rebajando nuestro nivel. Si nos mantenemos en silencio usándolo como arma contra las blasfemias, evocando la conciencia de quien las pronunció, esta fuerza es, naturalmente, mayor.
2. Mantenerse calmo frente a los infortunios
Cuando nos encontramos con personas que nos quieren incomodar derrumbar u oprimir, debemos enfrentarlas con calma, evitando cualquier confrontación. No responder con un puñetazo cuando se recibe uno, ni responder con un puntapié cuando se recibe otro, pues de esta confrontación nadie sale vencedor. Si la intención es buscar venganza de un odio momentáneo, no alcanzará el éxito de grandes hazañas.
3. Compasión frente a la envidia y el odio
Frente a la envidia y el odio de otros no debemos responder igualmente con odio y envidia, sino con corazón abierto y alma compasiva, ofrecer nuestra amistad y mostrarles nuestra intención pacífica.
4. Gratitud frente a las difamaciones
Si alguien lo insulta y difama, no se enoje con quien lo provocó, sino acuérdese de los beneficios que esa persona le proporcionó en el pasado y sea agradecido por eso. Principalmente, no se olvide de que en el fango más inmundo crece la impecable flor de loto. Cuanto más oscuro es el lugar, mayor es la necesidad de mantener encendida la luz del alma. Por lo tanto, ante las difamaciones, aquellos que nos difaman deben ser influenciados con ética, compasión y misericordia.
El verdadero vencedor tiene la fuerza de la tolerancia y el coraje de asumirla frente a los insultos, opresiones.
jueves, 24 de julio de 2008
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